Las personas que acumulan mascotas se enfrentan a un grave problema. Más allá de los olores que se concentran en su casa, su incapacidad para mantener a tantos animales en el mismo lugar, las lleva a aislarse y a contraer enfermedades. Este tipo de acumulación desmedida de animales es conocida como Síndrome de Noé.
Sucede cuando una persona adopta constantemente perros y gatos, principalmente, sin tener en cuenta que vive en un espacio pequeño y que no tiene los medios económicos para sostener un hogar en esas condiciones. Se trata de un ambiente parecido al descrito en el pasaje bíblico, pero, esta vez, en la vida real.
Según la psicóloga Diana Díaz Santos, especialista en análisis existencial y logoterapia, quienes viven con tantos animales “suelen alejarse de la gente y les cuesta relacionarse con los demás. La idea de deshacerse de alguno de ellos les genera mucha angustia, entonces estas personas buscan retenerlos a toda costa y su vida empieza a girar en torno a ellos”.
En pocas palabras, quienes sufren del Síndrome de Noé son personas que “acumulan un gran número de animales, no les proveen los estándares mínimos de nutrición, aseo y cuidados veterinarios; no actúan frente a las condiciones de deterioro animal (incluyendo enfermedades, inanición e incluso la muerte) ni frente al impacto negativo que este tipo de colección causa en su propia salud y bienestar”, aseguró el doctor Gary Patronek, luego de realizar una encuesta a los operadores de refugios en 1999.
ACÁ HUELE A GATOS Y PERROS ENCERRADOS
Al vivir en espacios muy reducidos y acumular los objetos que necesitan para cuidar a sus mascotas, la suciedad empieza a crecer con el tiempo, hasta volverse en contra de los patrones básicos de higiene humana: dejan de limpiar la orina y las heces, e incluso pueden llegar a extremos de guardar los cadáveres de los perros o gatos que no resistieron tal hacinamiento. No obstante, estas personas no perciben que repiten acciones nocivas para su salud tanto física, como mental.
“Por lo general, el fuerte olor que se desprende de sus casas alerta a los vecinos de que algo anda mal, pero a este tipo de personas les molesta cuando les dicen que tienen un problema. Ante esta situación, responden de diferentes formas: pueden enfadarse, aislarse totalmente o en casos extremos llegan a mudarse de barrio. Así que evitan que alguien entre a su residencia para que no alteren los que tienen allá dentro”, manifiesta Díaz.
Los animales comienzan a enfermar porque se alimentan mal, no tienen dónde moverse en tan poco espacio y conviven en medio de sus desechos.
Como la gente que sufre de este mal no habla con los demás, los signos de alarma pueden pasar desapercibidos por bastante tiempo. Sin embargo, la especialista en logoterapia aclara que “al momento de detectar el problema este va muy avanzado y no es tan fácil que el acumulador se detenga. De hecho, muchas veces las intervenciones se basan en sacar a las mascotas, pero no en tratar el factor psicológico de la persona”.
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Texto tomado de la Revista “4 patas”
Foto: Ozaky
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