Cuando un animal desarrolla una conducta compulsiva de ingestión de una droga determinada, con pérdida del control del límite de su ingestión, decimos que ha desarrollado el fenómeno de adicción y que se ha hecho dependiente a esa droga. Darwin ya observó ese comportamiento adictivo de los animales hace 200 años en media docenas de especies. En los años 70 se amplió a 40. Hoy, entre los etólogos está totalmente aceptado que todos los animales se drogan. El gran problema es saber por qué los animales buscan esas sustancias si al ingerirlas pierden capacidad de reacción, la base de la supervivencia. Si aparece un depredador cuando estás medio drogado, está claro que tienes muchas más posibilidades de que te capturen.
El estudio de las adicciones animales se conoce ahora como zoopharmacognocia. Lo que sí está claro, es que todo surgió como una defensa biológica de las plantas contra los animales, las cuales se defienden de los depredadores generando sustancias químicas que resulten desagradables para éstos. Pero dichos componentes no siempre provocan repulsión. El cerebro es pura química, y si encuentra una molécula de una planta que se parece a un neurotransmisor, le resulta irresistible porque le altera, incluso hasta el punto de hacerle perder la conciencia o dejarlo al borde de la muerte. Quizás los animales no buscan en un principio el componente psicoactivo de las plantas, sino otras propiedades, medicinales o alimenticias, pero se topan con los efectos psicóticos y les gusta.
Veamos ahora algunos casos de adicción verdaderamente sorprendentes.
Hay ciertas hormigas, que capturan a coleópteros, los meten en el hormiguero y los alimentan, limpian y cuidan. Su vientre exuda gotitas de una sustancia adictiva que las hormigas chupan por turnos.
Las abejas están desapareciendo en algunas zonas porque se sienten más atraídas por las plantas que tienen contaminantes y pueden hacerse adictas al néctar fermentado con alto contenido de alcohol, similar al que consumen los humanos. En estado de "embriaguez", estas abejas son muy torpes, aterrizan o caminan mal y son expulsadas del panal. Este estado les dura unos dos días.
Las moscas lamen un ácido que supura la roja caperuza de las setas, quedan embriagadas, catatónicas, aturdidas al extremo. El sapo aprovecha su estado de sopor para engullirlas, o para drogarse el también.
Cuando los norteamericanos bombardearon Vietnam en los años 60, los búfalos de agua abandonaron sus zonas habituales y fueron a comer a los campos de amapolas, a pesar de que detestan esas flores. No lo hicieron por razones alimenticias, sino para tranquilizarse después de las explosiones.
Uno de los casos más conocidos de adicción al alcohol se registra en los monos verdes de San Kid, que les roban de las copas a los turistas, las bebidas alcohólicas; algunos las prueban y las dejan, pero otros se hacen adictos y regresan varias veces, embriagándose como los humanos, tambaleándose al caminar y caerse al inclinarse. El motivo básico de esta adicción, es el placer que causan dichas bebidas.
Los gatos lamen las hojas con aceites aromáticos, de la planta denominada precisamente menta de gato, que estimula áreas del cerebro relacionadas con el placer, que son las mismas que en los humanos. Bajo sus efectos los gatos se comportan como si hubieran bebido, se vuelven juguetones, cariñosos, desagradables, babean, entran en una especie de trance y se excitan sexualmente, ya que dichos aceites aromáticos son también afrodisíacos.
Los renos de Laponia consumen vorazmente un hongo aparentemente venenoso (Amanita muscaria), que en invierno deben buscarlo bajo 1 metro de nieve. Este hongo posee agentes psicoactivos que hacen sentir a los animales eufóricos y relajados, con la mirada perdida y al final los hace entrar en un trance profundo, donde posiblemente vean alucinaciones, como ocurre en los humanos.
Los perros en Australia se han acostumbrado a lamer al sapo de caña, venenoso e introducido, que ahora es una plaga. Estos sapos segregan una sustancia llamada bufotonina, un alcaloide, que los perros adquieren al lamerlos, los que les provoca una especie de trance hipnótico.
Los elefantes africanos consumen frutos fermentados con alto contenido alcohólico que les provoca un estado de borrachera y los convierte en extremadamente agresivos y vengativos hacia los humanos. Tal adicción provocó que un grupo de ellos asaltara una bodega donde se almacenaba alcohol.
Las arañas cuando son drogadas con cafeína, cocaína o marihuana, pierden el control y tejen sus telas totalmente de forma anómala.
Los jaguares se hacen adictos a una liana con poderes alucinógenos, denominada Ayaguasca, cuyos efectos, al menos en los humanos, mejora el sentido de alerta de los sentidos y sobre todo la agudeza visual.
Los chimpancés y orangutanes en zoológicos se pueden hacer adictos a los cigarrillos y tabacos, igual que los humanos, una evidente adicción al efecto de la nicotina. Y los chimpancés alcohólicos igual que los humanos, se mueven como locos, se marean y dan rápidas vueltas.
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Por: Dr. C. Vicente Berovides Hernández
(Profesor de Mérito Facultad de Biología, Universidad de La Habana, Cuba)
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